07:00 UTC, Rigel.
Mientras
la mente buscaba soluciones a velocidades de vértigo, el estómago se encogía
ante la inminente despedida, imposible de eludir. El reloj contaba los minutos.
Las alarmas se disparaban en su labor bienintencionada recordando la proximidad
del vuelo, las olas rompiendo en la orilla de las pestañas. Un suplicante “Vente
conmigo” cae en susurros entre los besos, y tras el salto de pértiga de los
corazones al galope, un esperanzado “si” responde en la oscuridad, confiando en
la veracidad de la súplica. Se besan.
13:00
UTC, Aldebarán.
Al
cabo de unas horas bajan de la nave cogidos de la mano, cansados, sonrientes,
victoriosos habiendo derrotado al tiempo (ilusos a contrarreloj). Bajo las
sonrisas se esconde la amargura leve que predice ya el siguiente asalto. La
distancia que salvan sus manos la ensanchan los minuteros, que aun lentos, corren.
Al otro lado del mar, se besan.
Los
días antes del siguiente adiós se acaban con violencia los besos a orillas del
mar. Las olas rompen con fuerza, desbordándose las dudas en tormentas. La
realidad es irreal, y aún más incierta que la fantasía, emerge y destruye el
escenario del teatro. Ardiendo el telón, termina la función. Bajo las cáscaras vacías
de las ilusiones rotas asoma la verdad, blanca como la nieve. El sol de la
mañana abrasa la piel, ya azul. Hace frío.
Días
después, ella cruza los mares de nuevo, en sus manos vacías el corazón lleno.
00:00
Hora Zulu, La Tierra.
Fundiendo
la nieve las estrellas quedan los besos rotos a las orillas del mar.
El
informe reza que la matriz extracelular regeneró correctamente el tejido del
miocardio.
"No quedará en la noche una estrella.
No quedará la noche.
Moriré y conmigo la suma
del intolerable universo.
Borraré las pirámides, las medallas,
los continentes y las caras.
Borraré la acumulación del pasado.
Haré polvo la historia, polvo el polvo.
Estoy mirando el último poniente.
Oigo el último pájaro.
Lego la nada a nadie."
J. L. Borges
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